jueves, 25 de octubre de 2018

Un refrán en inglés y su significado

A menudo podemos notar que existen ciertas similitudes entre aquello que expresamos en un idioma (español) y otro (el inglés). En ocasiones, éstas aparecen en el mensaje que se desea transmitir, a pesar de que la forma sea diferente en una lengua u otra. Sin embargo, existen dichos y refranes que comparten tanto la forma como el fondo de un lado y del otro, por lo que resulta interesante el análisis de esos casos. A continuación, presento un refrán bastante conocido en el inglés, su traducción al español y su significado.

A bird in the hand is worth two in the bush.


Desde un inicio podemos notar similitudes con uno de los refranes más conocidos en el español, pero por el momento me centraré más en lo que quiere transmitir la frase en inglés. Menciona que un ave en mano tiene el mismo valor que dos en los arbustos. Ésto refiere a que la cantidad no expresa tanto valor como la seguridad. En pocas palabras, el mensaje que se da es que uno "vaya por lo seguro", en lugar de querer arriesgarse y, posiblemente, quedarse sin nada.


Ahora, proseguiremos con el refrán que representa el equivalente para los hispanohablantes.

Más vale pájaro en mano que un ciento volando.


Hablemos ahora de la similitud en la forma, en ambos dichos se hace una alusión a un ave y a su capacidad de volar de manera impredecible de un momento a otro. Es posible, según mi propia interpretación, que la enseñanza busque crear en el lector la imagen mental y el sentimiento de peligro cuando ve que un ave, representando algo que desea obtener, se encuentra enfrente suyo pero que no sabe con certeza si logrará atraparla o simplemente se le alejará volando dejándolo con un semblante de añoranza.


Como diferencia notable, podemos resaltar que en uno se mencionan dos aves únicamente, mientras que en el otro se utiliza un número mucho más alto, que es cien. Lo anterior se lo atribuyo principalmente a dos cosas: la primera, para que el refrán en español tenga un ritmo, que es algo importante para nosotros los hablantes de esa lengua, y la segunda, que la imagen que se le desea presentar al lector es ligeramente diferente. Cuando uno lee "un ciento volando", inmediatamente piensa en una parvada de pájaros inundando el cielo y alejándose, lo cual impacta si uno piensa en que ellos representan las oportunidades perdidas.
Otra diferencia apreciable es que en inglés menciona que valen lo mismo un pájaro en mano que dos en el arbusto, en el español, por el otro lado, dicta que vale más uno solo en la mano que cien volando. Es decir, de un lado se expresa igualdad y del otro superioridad. Eso impacta en la forma de asimilar el mensaje, puesto que en el español se siente mucho más directo el mensaje de que no debes "perseguir" a los pájaros y simplemente quedarte con el que ya tienes seguro. En el inglés se siente más como si se buscara que el lector dedujera lo que hay que hacer con la simple aseveración de que valen lo mismo el que ya tienes y los dos que ves frente a ti.

Las diferencias sutiles, aunque notables, suelen surgir de la visión del mundo que manejan los hablantes de una lengua y de otra. En este caso, unos queriendo dejar muy claro lo que debes hacer y otros dando información y dejando la interpretación libre al individuo.

Estos dichos tratan con el miedo de las personas y con la característica de nuestra realidad que es el desconocimiento del futuro; no sabes si aquello que ves seguirá estando ahí después, por lo que es mejor asegurarlo, aunque sea una fracción de ello únicamente.

En la cultura popular, existen no sólo refranes y proverbios que buscan transmitir esta enseñanza, sino también cuentos enteros y, principalmente, fábulas, pues éstas terminan siempre con una moraleja para el lector.

viernes, 19 de octubre de 2018

Mujer

Título original: Woman
Autor: John Lennon
Traducido por: Guillermo Vera Salgado

En este ocasión traigo, para los amantes de la buena música, la traducción de una de las canciones más bellas. Se trata de Woman, de John Lennon. En esta publicación encontrarán mi traducción de ella y el video original.



MUJER, APENAS PUEDO EXPRESAR MIS SENTIMIENTOS ENCONTRADOS EN MIS MOMENTOS DE DESCONSIDERACIÓN.

DESPUÉS DE TODO, SIEMPRE ESTARÉ EN DEUDA CONTIGO

Y, MUJER, TRATARÉ DE EXPRESAR MIS EMOCIONES MÁS PROFUNDAS Y MI GRATITUD

POR HABERME ENSEÑADO EL SIGNIFICADO DEL ÉXITO

MUJER, SÉ QUE QUE COMPRENDES AL NIÑO PEQUEÑO QUE HAY DENTRO DE TODO HOMBRE

POR FAVOR RECUERDA, MI VIDA YACE EN TUS MANOS

Y, MUJER, MANTENME CERCA DE TU CORAZÓN

A PESAR DE LA DISTANCIA, NO PERMITAS QUE NOS ALEJEMOS

DESPUÉS DE TODO, ESTÁ ESCRITO EN LAS ESTRELLAS

MUJER, POR FAVOR PERMÍTEME EXPLICARTE

NUNCA QUISE CAUSARTE TRISTEZA O DOLOR

ASÍ QUE DÉJAME DECIRTE, UNA Y OTRA Y OTRA VEZ

TE AMO, SÍ, SÍ

AHORA Y PARA SIEMPRE

TE AMO, SÍ, SÍ

AHORA Y PARA SIEMPRE

TE AMO, SÍ, SÍ

AHORA Y PARA SIEMPRE.

martes, 16 de octubre de 2018

Capítulo 2: la estructura y función de los genes

En esta ocasión, presento un texto que, si bien no poseo la fuente original en inglés, puedo asegurar que se trata de un extracto de un libro de ciencias. Esta traducción no la realicé solo, conté con el apoyo de dos compañeros que fungieron como editor y revisor. El texto es de ámbito científico y tiene su relevancia.

Traductor: Guillermo Vera Salgado.
Editor: Iván Uriel Villatoro.
Revisora: Sinaí Villanueva. 


2.1- Genes y herencia

      Al estudio de los genes y de la herencia se le da el nombre de genética. Los fenómenos hereditarios han sido de gran interés para la humanidad desde mucho tiempo antes de que los principios pertinentes a esta área fueran investigados y entendidos de manera científica. En periodos antiguos, las personas mejoraban sus cultivos y domesticaban a sus animales seleccionando cuidadosamente los ejemplares usados para la crianza. La genética, como un conjunto de principios científicos y procedimientos analíticos, emergió en la década de 1860 cuando el monje Agustino Grégor Mendel llevó a cabo una serie de experimentos que revelaron la existencia de los denominados “factores biológicos” encargados de transmitir de generación en generación algunos rasgos y características. Dichos factores adquirieron posteriormente el nombre de Genes, luego de que se descubrieran los cromosomas y los enlaces genéticos en el siglo XX. En este punto, la Genética definía a los genes como entidades abstractas que de alguna manera determinaban qué características habrían de heredarse. A través de análisis genéticos se llevó a cabo el estudio de la herencia de varios genes, sin embargo, la naturaleza física y bioquímica de los genes permaneció desconocida. Investigaciones posteriores revelaron que los genes están compuestos de proteínas y ADN, además de que estudios aún más recientes llegaron a la conclusión de que el ADN es, sin lugar a dudas, el material hereditario (Morange and Cobb, 2000).

La Genética es la ciencia que estudia
 los genes y la herencia
       Se pensaba que el ADN era una simple molécula, por lo tanto, muchos científicos no creían que éste fuera quien almacenara la información de todo un organismo ¿Cómo era posible que una cantidad tan grande de información pudiera ser almacenada y a la vez transmitida de una generación a otra? Claramente, el material genético debe tener, en primer lugar la capacidad de codificar cierta información específica, y, en segundo lugar, la capacidad de duplicar dicha información de manera precisa durante el proceso de la duplicación celular ¿Qué clase de estructura molecular podría llevar a cabo funciones tan complicadas?

2.2- La estructura del ADN

      A pesar de que la estructura del ADN no se conocía sino hasta el año de 1953, sus bases han sido conocidas y estudiadas desde hace mucho. Se ha demostrado que el ADN está compuesto de cuatro moléculas básicas llamadas nucleótidos, los cuales son idénticos a excepción de que cada uno contiene una base de nitrógeno distinta. Cada nucleótido está compuesto de un grupo de fosfato, uno de azúcar (del tipo desoxirribosa) y una de las cuatro bases.  Las cuatro bases son la adenina (A), la guanina (G) (purinas) y la citosina (C), la tiamina (T) (las pirimidinas; Figura 2.1).
      En 1953, James Watson y Francis Crick fueron los primeros en darle un orden a las bases y crear una estructura del ADN coherente mediante el uso de la información recopilada por Erwin Chargaffy los modelos de difracción de ADN con rayos x creados por Rosalind Franklin y Maurice Wilkins. La información obtenida de los Rayos X mostró que la molécula de ADN era larga, delgada y helicoidal (con forma de espiral).
Chargaff había establecido ciertas reglas empíricas acerca de la cantidad de cada componente del ADN:

 *La cantidad total de nucleótidos de pirimidina (T+C) siempre equivale al número total de nucleótidos de purina (A+G).
*La cantidad de T siempre equivale a la cantidad de A, así como la cantidad de C siempre equivale a la cantidad de G. Sin embargo la cantidad de A+T no siempre equivale a la cantidad de G+C.

La estructura del ADN
En 1953, la estructura del ADN fue descifrada 
Y se descubrió que estaba compuesta por una doble hélice.
 Este modelo ofrecía algunas explicaciones posibles para 
Los procesos de la replicación del ADN y la expresión del gen.

La estructura que Watson y Crick construyeron a partir de estas pistas terminó siendo de una forma helícida doble (figura 2.1). Cada hélice es una cadena de nucleótidos unida por enlaces fosfodiéster, en los cuales un grupo de fosfato forma un enlace entre los grupos –OH en cada residuo de azúcar adyacente. Las dos cadenas de ADN (hélices) se mueven en una dirección inversamente paralela y se sostienen gracias a los enlaces de hidrógeno que existen entre las bases opuestas, formando así una hélice doble. Cada par de bases (pb) están compuestas de una base de purina y una de pirimidina, unidas de acuerdo a la siguiente regla: Los pares G con la C y los pares A con la T (Watson y otros. 2008).

Figura 2.1/ La estructura del ADN
En la parte A se representan las cuatro bases, el emparejamiento de las bases y laconexión de éstas mediante la columna de fosfato de azúcar. Nótese que las dos hebras de ADN están unidas gracias al emparejamiento de las bases y se mueven en dirección opuesta, numeradas 3’ y 5’ respectivamente (léase tres primo y cinco primo). En la parte B se muestra un esquema de la estructura de doble hélice, conteniendo los mismos elementos en la forma simple y numerados como en la figura A

     El esclarecimiento de la estructura del ADN causó un gran alboroto dentro de la comunidad científica debido a dos grandes razones. En primer lugar, la estructura muestra una manera obvia en la cual la molécula puede duplicarse, ya que cada base muestra su base complementaria utilizando un enlace de hidrógeno. Por lo tanto, cada hebra sirve como un patrón para para la síntesis de una hebra complementaria. En segundo lugar, la estructura sugiere que la secuencia de los pares de nucleótidos en el ADN dicta la secuencia de los aminoácidos en una proteína codificada por un gen. En otras palabras, puede ser que algún tipo de código genético comprima la información dentro del ADN, convirtiéndola en una secuencia de pares de nucleótidos, los cuales pueden ser traducidos al lenguaje distinto de la secuencia que poseen los aminoácidos dentro de una proteína.

2.3 El flujo de la información genética: El dogma central

      A principios de los cincuentas, Francis Crick desarrolló la hipótesis de que existe un flujo unidireccional de información genética que inicia en el ADN, pasa a través del ácido ribonucleico (ARN), hasta llegar a la proteína, es decir “El ADN produce ARN y el ARN produce proteínas”. A esto se le llama el dogma central de la biología molecular, debido a que fue propuesto sin evidencia suficiente para cada uno de los pasos. Hoy en día dichos pasos se conocen a detalle: el ADN es trasladado a una molécula de ARN (ARN mensajero (ARNm)), que contiene la misma secuencia de información que el patrón de ADN, posteriormente este mensaje de RNA se traduce a una secuencia proteínica, de acuerdo al  código genético (Miller y otros, 2009).-

2.4 El código genético

     Los constructores básicos del ADN son los cuatro nucleótidos; los constructores básicos de las proteínas son los aminoácidos, de los cuales hay veintidós que son creados naturalmente dentro de las proteínas (los llamados aminoácidos proteinogénicos). El código genético está compuesto por la correspondencia entre la secuencia de las cuatro bases en los ácidos nucleicos y la secuencia de los veintidós aminoácidos dentro de las proteínas. Se ha demostrado que el código está compuesto de tres nucleótidos (un codón) que codifican un aminoácido. 
El dogma central
Se trata de la propuesta de Francis Rick que dicta que el ADN se transcribe a una molécula Mensajera (ARNm) la cual se traslada a una proteína: “El ADN produce ARN y el ARN Produce proteínas”.

El código genético
Se trata de la relación que existe entre la secuencia de las bases en el ADN, en 64 Combinaciones triples posibles de nucleótidos y la secuencia de aminoácidos dentro de la Proteína.

El ARN
Acrónimo que significa Ácido ribonucleico, la segunda clase de ácidos nucleicos dentro de La célula, aparte del ADN. Los RNA desempeñan varias funciones cruciales en el flujo de Información genética del ADN hacia la proteína.

    Debido a que sólo existen veintidós aminoácidos qué clasificar y sesenta y cuatro codones distintos (43=64), la mayoría de los aminoácidos se clasifican en más de un codón y el código genético parece degenerarse o volverse redundante. El código genético posee colinealidad, lo cual significa que el orden de las bases en el ADN corresponde directamente al orden de aminoácidos en la proteínas (Watson y otros, 2008).
            Sin duda, si el código genético se leyera de la misma manera en que se lee un libro, nosotros tendríamos que saber desde dónde empezar a leer y cuándo detenernos. El codón AUG nos sirve como una señal de partida, codificando el aminoácido metionina, el cual es el primer aminoácido incorporado en todas las proteínas. Sin embargo, la metionina puede hallarse en todos lados, no solo al inicio. Por lo tanto, la maquinaria usada para la traducción debe encontrar el codón de metionina correcto para iniciar, no solo cualquier codón AUG ubicado en alguna parte de la secuencia genética. Este proceso se facilita por las secuencias que rodean el inicio del codón AUG. Estas secuencias son de suma importancia para el proceso de transformación. El límite del área transformada se indica por medio de uno de los tres codones cuya codificación es de “terminación”. Éstas son UUA, UAG y UGA. Si llegan a ocurrir mutaciones, es decir cambios no intencionales en la secuencia de ADN, que creen uno de los codones de terminación en lugar de un codón codificador de aminoácidos, el resultado sería que la proteína resultante sería más corta que lo planeado. Se dice que dichas proteínas están truncadas y normalmente son poco funcionales. Otras mutaciones alteran un codón sustituyéndolo por otro, resultando en el reemplazo del aminoácido original por otro distinto, lo cual puede causar ya sea severos o insignificantes efectos para la proteína, dependiendo de la importancia del aminoácido. La adición o la omisión de un solo nucleótido puede provocar también cambios severos, debido a que todos los codones siguientes serán desplazados por un nucleótido, resultando en un mensaje muy diferente, una llamada "mutación con cambio". La región entre la metionina inicial y el primer codón de terminación se llama marco abierto de lectura (ORF).
        Finalmente, el código genético es virtualmente universal, es decir, que es el mismo en todos los organismos vivientes en el planeta. Los genes tomados de plantas pueden ser decodificados por células animales, mientras que los genes de los procariontes pueden ser decodificados por los sistemas eucariontes y viceversa.
       Si los códigos no poseyeran dicha naturaleza universal, la manipulación genética y la ingeniería genética serían muy difíciles de practicar (Voet y Voet, 2004).

La mutación
Se refiere a los cambios no intencionales en la secuencia del ADN, provocados por errores de duplicación, sustancias mutagénicas o factores físicos tales como rayos UV y exposición a rayos x.
2.5 El gen

    De manera histórica, se define al gen como una unidad de herencia de variación fenotípica. Desde un  punto de vista molecular, un gen es la secuencia linear de ADN que se requiere para producir una molécula funcional de ARN, o una unidad transcripcional (Pearson, 2006). Los genes pueden ser catalogados en dos grandes categorías funcionales: genes estructurales y genes regulatorios. La función del producto final del gen es entrar en una de estas dos categorías.
·     Los genes estructurales: codifican los polipéptidos y por los ARN para llevar a cabo de manera normal las actividades metabólicas de la célula, por ejemplo las enzimas, las proteínas estructurales, los transportadores, los receptores, entre otros.
·       Los genes regulatorios: Codifican las proteínas cuya función es controlar la expresión de los genes estructurales. En cuanto a composición molecular respecta, ambas clases de genes son similares entre sí. 
          Un gen ocupa generalmente una posición específica en un cromosoma, de los cuales hay 46 en cada célula humana y que contienen el genoma humano completo (véase más abajo). La  Ubicación cromosómica exacta se define por medio de secuencias específicas desde el inicio hasta el final de su transcripción. Cada gen tiene un efecto y función específicos dentro de la morfología y fisiología del organismo, puede mutar (cambiar) y recombinarse con otros genes. Es un aparador con información (en forma de una secuencia con base nucleótida); por lo tanto no inicia ninguna acción, pero actúa luego de una, por ejemplo en el proceso de expresión genética. Se le llama genotipo al set completo de genes de un organismo, su constitución genética. El genoma humano, por ejemplo, contiene aproximadamente 25000 genes codificadores de proteínas.

El gen
Ampliamente definido como una secuencia de ADN codificando un producto funcional. Esto incluye la región codificadora misma al igual que todas las regiones reguladoras Asociadas.

El genoma

El conjunto de información genética de un organismo codificada en su ADN.

martes, 9 de octubre de 2018

Diseñadores

Título original: Developers
Autora: Alice Lyons
Traducido por: Guillermo Vera Salgado

La avaricia se cruzó en el camino. Construimos un Estado falso
Levinas señaló que nos viéramos a nosotros mismos, aún nos necesitamos unos a los otros.

Timbres, hileras de ellos, resplandecen en la nocturna villa
Un hilo de invitaciones encendidas en el que ningún codo ha llegado a reposar.

(Ambos brazos acogiendo los mensajes) Sin respuesta
Las puertas se pudren desde dentro.

Es otro perplejo bache en nuestro camino, amores.
La dureza de la cantera podría nivelarlo.

La dureza y la especulación ingeniosa hacia los asuntos
Concernientes al amor y la duda, concernientes a la búsqueda y a la saciedad.

Oh, los lugares donde el pavimento se termina y la hierba vana
Brota, donde Lindenwoodtermina pero no colinda

Con ningún lugar concisamente, un plano apagado de Tayto
Plantas rodadoras, bolsas para basura, barras de corrugado, empizarrados, restos.

¡Canaletas, rejillas de drenado, chismes, rellenar, grava! 
Un poco menos que lindo establecimiento, poseedor de potencial.

Donde no poseemos voz con autoridad, pero estamos extrañamente adecuados
Al dolor que se requiere en la construcción poco a poco.

Cuando las últimas contracciones nos guiaron hasta el umbral 
De nuestro nuevo predicamento, nos volvimos diseñadores.

jueves, 4 de octubre de 2018

Pecos Bill Monta un Tornado

Título original: Pecos Bill Rides a Tornado
Recogida por: S. E. Schlosser
Traducido por: Guillermo Vera Salgado

Vamos, todos en el oeste saben que Pecos Bill puede montar cualquier cosa. Ningún potro era capaz de tirarlo, ¡no, señor! La verdad, sólo supe de una ocasión en la que Bill fue derribado en toda su carrera como vaquero. Así es, aquella vez que iba de camino a Kansas y decidió montar un tornado.

Claro que Bill no iba a montar nomás cualquier tornado, nada de eso, señorita. Esperó por el tornado más grande y endemoniao' que se haya visto jamás. Estaba tornando el cielo negro y verde, y rugía tan fuerte que despertaba a los granjeros allá en China. Bien, Bill nomás agarró al tornado, lo jaló hacia la tierra y se le subió en las espaldas. El tornado azotó, remolinó y sopló y en general maldijo su requetemala suerte hasta llegar a Texas. Provocó que los ríos se volvieran nudos, aplanó tanto los bosques que tuvieron renombrar un lugar como El Llano Estacado. Pero Bill nomás siguió montando calmadamente, dándole ocasionalmente un pinchazo con sus espuelas.

Finalmente, el tornado se dió cuenta de que no habría manera de quitarse a este vaquero de encima. Así que se dirigió hacia el oeste de California y nomás se llovió hasta desaparecer. Creó tanta agua que lavó por completo el Gran Cañón. No quedaba casi nada del tornado cuando Bill finalmente cayó. Golpeó la tierra tan fuerte que ésta se hundió más allá del nivel del mar. La gente llama a ese lugar el Valle de la Muerte.

Como sea, así es como iniciaron los rodeos. Aunque la mayoría de los vaqueros prefieren montar potros estos días.

miércoles, 3 de octubre de 2018

Sol de Medianoche

Título original: Midnight Sun
Autor: Chigozie Obioma

Sol de Medianoche
Por Chigozie Obioma 
Traducido por Guillermo Vera Salgado

Un niño jamás morirá por escasez de leche en el pecho de su madre.
Proverbio igbo

El hombre a quien finalmente le había abierto su corazón, Ikonne, el médico, se había convertido en el dueño de sus pensamientos durante la mayoría de sus horas de consciencia. Había platicado y resuelto con mucha gente, más que nadie con su madre y con Jefa, que la forma ideal para redimirse era encontrando un hombre que la ayudara a conseguir lo que más necesitaba esencialmente: olvidar a su esposo e hijo muertos, o, por lo menos, relegarlos a tal distancia dentro de su mente como para evitar que su recuerdo la siguiera atormentando. Pues ambos se habían convertido en danzantes fuera de control que bailaban sin memoria en el escenario de su mente cada noche. Ikonne se mostró capaz de hacerlo. Con su forma de amar íntegra y terapéutica, se convirtió en la bestia que devoró la carne y bebió la sangre de su historia reciente. Y, cada vez que estaba con él, sentía una paz enorme y salvaje que a menudo sombraba por completo el recuerdo de su esposo y su hijo.
Estaba pensando en él mientras se contemplaba en el gran espejo de su baño, cuando un sonido humano proveniente de algún lugar cerca, una tos seca quizá, le causó agitación, y la dejó inmóvil. Más temprano, se había escabullido hacia la puerta con el objetivo de oír los resoplidos de su hijo mayor, pero no escuchó más que su pesada respiración. Esperaba que Owoh continuara durmiendo hasta que ella se hubiese ido. Sus ojos cerrados y la inconsciencia de su sueño eran proveedores de consuelo.
Eso logró contener la insoportable culpa que la sujetaba por el cuello al pensar que lo estaba abandonando. Pero aquella culpa que, en el pasado, la habría detenido, como un clavo contra la pared, no la pudo detener en esta ocasión. Ikonne le había dado pistas acerca de que esa noche era especial, lo cual ella supuso que significaba que le propondría matrimonio. Cuando
Owoh tosió por segunda vez, y agregó además un quejido, ella fijó su mirada en el reloj de muñeca hecho de piel de serpiente que Ikonne le había comprado cuatro meses antes, tomó su bolsa de mano y huyó de la casa.
La noche había llegado con fiereza, dejando únicamente un pequeño rastro de luz en el horizonte. Agnes detuvo al primer taxi vacío que se acercó al final del camino, y a lo largo del viaje estuvo pensando en el sonido de la respiración de Owoh. Su esposo, Nonso, se había asustado la primera vez que Owoh lo hizo, y le hizo recordar a su propio padre en su lecho de muerte. Y las últimas palabras que dijo aquella noche, Me temo que se acerca, Agnes, le habían llegado y hecho eco dentro de ella, negándose a irse. Más temprano, ella se había levantado de la cama y caminado al cuarto de Owoh, encontrándolo completamente despierto, sus globos oculares prominentes casi radiaban en la oscuridad absoluta. Pero no sería él quien falleciera algunos días después de esa noche, sino Nonso y Richard, su otro hijo. Estaban viajando en auto de regreso de una excursión a Ibadan cuando un camión cargado de madera se estrelló contra su Mercedes y los mató a ambos instantáneamente.
Agnes alzó la vista para ver que el conductor había empezado a estacionar el auto a un lado del camino. “Gracias”, dijo ella. Dejó que la luz verde del teléfono se apagara y después miró por la ventana. A pesar de que Nonso siempre la había llevado a esta parte de Lagos, se le dificultaba mucho identificar la mayoría de los alrededores de noche, especialmente durante las fallas eléctricas, cuando las fachadas de la mayoría de los edificios estaban a oscuras o pobremente iluminadas. Pero, mientras se conducían, zigzagueando a través del tráfico como si se tratase de una competencia de eslalon, ella reconoció la enorme farmacia a la que su esposo solía ir. Algunas cuadras más abajo, una pandilla de postes de iluminación brillantes le mostró lo que de inmediato reconoció como el hospital donde Owoh había hallado su destrucción.
Nonso y Agnes lo habían llevado a la campaña obligatoria de inmunización infantil en el hospital cuando sólo tenía nueve meses en 1990. La enfermera que estaba de guardia había sufrido un colapso mental, pero no había llegado aún a un nivel en el que éste fuera notorio. Había sido notificada algunos días atrás que su esposo, un soldado de la CEDEAO, había sido asesinado recientemente en Liberia. No dejaba de hablar acerca de la “fortaleza” mientras llevaba al pequeño Owoh al ala. Cuando pasó a través de la puerta cerrada miró a Agnes a la cara y dijo “No se preocupe, yo haré que se fortalezca”.
Agnes y su esposo recién se habían sentado en las bancas de metal en la sala de espera cuando empezaron a escuchar ruidos provenientes de la atiborrada parte del hospital a donde se habían llevado al niño. Una de las enfermeras había sorprendido a su corrompida colega administrándole a Owoh múltiples inyecciones intravenosas hasta que él, luego de haber llorado hasta caer exhausto, a pesar de que la mujer le había cubierto la boca con varias capas de yeso para silenciarlo, quedó envuelto en una turbia calma. Para entonces, le había vaciado ya veintidós pequeñas botellas de sustancia intravenosa con la misma jeringa antes de detenerse, y una docena más yacía sin usar. Lo había hecho para fortalecerlo, reiteraba ella una y otra vez mientras se la llevaban, portando una sonrisa burlona que revelaba la cruel verdad: que Owoh, efectivamente, había hallado su destrucción. Pues, más tarde, los doctores habrían de declarar que la sobredosis de los potentes medicamentos no sólo había paralizado a Owoh de manera permanente, sino que también le había causado un daño ototóxico irreparable. Agnes y Nonso entonces buscarían tenazmente curarlo, sin embargo, nada funcionaría. Se dieron por vencidos cuando, después de casi veinte horas de sesiones médicas maratónicas en el Lagos University Teaching Hospital, uno de los mejores hospitales de Nigeria, los doctores emergieron con el veredicto de que la sobredosis había hecho colapsar sus huesos. Agregaron que había corrido con suerte, que fácilmente se pudo haber convertido en una “anguila” humana, una completa ruina, con el sesenta por ciento de sus órganos comprometidos.
El restaurante estaba completamente lleno cuando ella llegó. Había ventiladores de techo con bombillas elegantes girando por encima, su traqueteo mezclándose con la música de un estéreo portátil cercano y la plática de las personas sentadas en sus mesas. Agnes entró, su cuerpo se sosegaba de nuevo: un sentimiento que le llegaba cada vez que estaba a punto de encontrarse con un hombre. Ikonne estaba sentado cerca de una gran pintura al óleo de una mujer con una calabaza. Se levantó rápidamente y la abrazó.
-Oh, Agnes. Podría haber ido a recogerte, ¿sabes?
Agnes sacó una sonrisa del depósito que ya casi estaba vacío, pero que, antes de las muchas adversidades que había enfrentado, solía estar a reventar con risas. No pasó mucho tiempo antes de que él se sumergiera en una profunda y apasionada discusión acerca del estado de la nación. Ella rio calladamente al ver cómo se crecía melodramáticamente al quejarse de las insuficiencias en Nigeria. Cuando uno de los camareros trajo el menú, Ikonne se sumergió en las hojas plastificadas. A pesar de que habían estado saliendo cerca de tres meses y se conocían desde un poco antes de eso, él aún se encontraba visiblemente nervioso cuando estaba cerca de Agnes. Pero su timidez había sido una de las razones por las que se sentía atraída hacia él. Aunque percibía que los hombres como Ikonne a menudo eran sinceros en cuanto a carácter, él parecía haber cultivado el propio con un cuidado especial, para así dar la impresión de ser gentilmente puro, genuino, a pesar de que la versión de su historia que conocía estaba manchada. Había vivido en los Estados Unidos por muchos años, se había casado con una americana y huido del país después de perder su trabajo debido a un altercado con un compañero, los americanos lo juzgaron como “violencia en el lugar de trabajo”, lo cual provocó que su licencia fuera revocada temporalmente y que su matrimonio se terminara. Con lo que quedó de sus antes sustanciales ahorros, abrió una clínica en Lagos.
Siguió hablando mientras degustaban la comida, arroz frito y plátano con trozos de carne frita en abundante aceite, mientras criticaba furiosamente aquello que pensaba había sido responsable de la incesante corrupción en Nigeria: el sucesivo gobierno militar. Deseaba que Nigeria se convirtiera en algo similar a las demás naciones de derecha algún día y echara la corrupción fuera, tal y como lo había intentado hacer su líder, Obasanjo, desde el primer día de su mandato. Agnes quedó impactada cuando él mismo interrumpió su discurso, estiró su mano y tomó la de ella. “Estoy enamorado de ti, Agnes,” dijo. “Quiero casarme contigo.”
A pesar de que esperaba que le dijera esto, Agnes lo miró y, por un momento, sintió que algo salía de su cuerpo. Se sintió enmudecida, incapaz, a pesar de que deseaba hacerlo, de hablar.
“¿Qué? ¿Por qué no dices nada?” dijo, esperó, y lo repitió. Su mano parecía moverse sin parar sobre la mesa, tocando la copa, sin levantarla. Después, llevándosela a la boca, sin beber de ella, le preguntó una y otra vez si lo había escuchado. Ella asintió con la cabeza. “Entonces, ¿Por qué?, ¿Qué pasa?” dijo él. “¿Te ofendí, cariño?”
Tomó sus manos, pero ella no reaccionó. Al verla mostrarse en silencio, él comenzó a pedir disculpas. Aún con la mirada inexplicablemente perdida, Agnes no respondió.
“Es demasiado pronto, lo entiendo, demasiado pronto como para pedirte esto. Lo siento mucho, ¿está bien? Deberíamos irnos ahora, ¿no crees?
Ella asintió con la cabeza, tomó su bolso y dejaron el restaurante.
****
Él no mencionó el incidente por los días siguientes cuando hablaban por teléfono. Fue Agnes quien, después de recuperarse del sentimiento de culpa que la invadió por su respuesta a la propuesta de matrimonio, sintió la necesidad de sacar el tema.
“Lamento lo del otro día”, dijo ella, lo más suavemente que pudo, dejando salir las palabras cuidadosamente para que hicieran resonar una cierta pesadez.
“No, no, fue mi culpa, ¿sabes?” Yo solo, tú sabes, pienso que...”
Ella sintió la confusión en su tardía respuesta. “No, Ikonne, no fue tu culpa. Fue mía. Tú no hiciste nada malo.”
“Bueno, está bien. ¿Quieres salir esta noche? Te extraño.
Se encontraron en un restaurante en Victoria Island junto a un sitio de construcción enorme destinado para lo que el letrero del proyecto indicaba que sería un centro comercial; ambos miraban las grúas sumergirse y levantar objetos con sus miembros mecánicos. Cuando estaban por terminar su comida, él le preguntó una vez más qué pensaba acerca de su propuesta. A pesar de que ella creía que lo había considerado lo suficiente durante los días anteriores y había preparado su respuesta cuidadosamente, se encontró de nuevo extrañamente incapaz de hablar. Luego, temiendo que hubiera permanecido en silencio por bastante más tiempo del que debería, dejó salir sus reclamos con el equivalente verbal de una explosión.
“Ya te he hablado acerca de él ¡Te he dicho que es discapacitado, que está lisiado, que es sordomudo, todo! ¿Me oyes? Él es...” Ella misma escuchó lo que estaba diciendo como si el sonido hubiese rebotado, y quedó en silencio. Bajó la cabeza, luchando contra la necesidad de desmoronarse. “Escucha, si me quieres, debes aceptarlo a él también, ¿eh?”.
De todos los hombres con los que ella había tratado de salir a lo largo de los tres años que pasaron desde que murió su esposo, había sido él con quien más se había encariñado. A pesar de que había tenido sentimientos por uno de ellos, y había estado cerca de tener con él una relación, éste se retiró debido a Owoh. Esto la había impactado. Después de haber ido a casa con ella y visto a Owoh, dijo que no podría integrarlo con ellos. Quería tener sus propios hijos, dijo él, y era mejor para ellos simplemente dejarlo en un centro de cuidados en lugar de quedárselo. El siguiente hombre con el que salió, un pastor al que su esposa lo había dejado por un hombre más joven, ofreció, al ver a Owoh, llevarlo a una casa de oración donde podrían curarlo. Esto la derrumbó. Ya que, después de que los huesos de su esperanza se habían roto en los primeros días de los esfuerzos de Owoh, Agnes lo había llevado de una iglesia a otra hasta que había visitado casi todas las que eran capaces de hacer milagros en Lagos. Vio el ofrecimiento del pastor como una mala señal casi de inmediato. Luego de que él se fuera de la casa, ella le mandó un mensaje pidiéndole que nunca la volviera a contactar.
Ikonne liberó sus manos de la presión de Agnes y asintió lentamente con la cabeza. “Veo a qué te refieres y, por supuesto, si nos casamos, ¿sabes?, tu hijo podrá venir a vivir conmigo”. Volvió a asentir, y ella siguió con sus ojos la mirada de Ikonne hasta que ésta se posó en un grupo de personas que acababa de llegar a la mesa de junto, una pareja con una niña que tendría la misma edad que Richard cuando murió, ocho o nueve años. Ella, una niña con la piel muy clara y una gran masa de cabello arreglado en una cola, lo miró y sacó su lengua mitad verde y la movió de izquierda a derecha. Mientras veía a la niña, Agnes sintió la presión de su mano vaciarse, como si ésta fuera invisible. El ver niños con vida le provocaba esto a menudo.
Ikonne regresó su atención hacia ella y rio dubitativamente. “Te he dicho ya varias veces, cariño, que estoy bien con él. No es mucho problema ¿sabes?”
Ella no pudo seguir comiendo. El poder de su pérdida se había hecho con el control, había convertido la comida frente a ella en algo prohibido. Sintió que él podría tratar de sostener su mano de nuevo, así que la posó sobre su botella. Había ordenado una cerveza, bebida a la que recurría tanto y de manera tan frecuente, que a cualquiera le hubiese sorprendido saber que, antes de las muertes de su esposo y de su hijo, ella jamás había probado un solo sorbo. Había tomado tanto una noche hacía dos meses, que había despertado en el piso de la habitación de Owoh.
No podía recordar mucho, salvo que había estado ausente todo el día y se dio cuenta de que no lo había alimentado. Regresó y lo encontró dormido, así que dejó la comida junto a él. Owoh había estado sentado y su cabeza, la única parte de su cuerpo que parecía crecer con su edad, descansaba libremente contra su cuerpo de tamaño contrastantemente diminuto. Junto a él, sobre el pequeño diván, yacía el plato de comida, casi intacto, atrayendo moscas. El camión de juguete que Ikonne le había comprado estaba sobre el viejo taburete de cuero cerca de la pared a su derecha, una cucaracha en el asiento azul, sus antenas dobladas contra el parabrisas.
Aunque recordaba muy pocas cosas de esa noche, ésta aún la perseguía. Pero, sobre todo, aquel incidente le había mostrado hasta dónde llegaba la incapacidad de Owoh, el sentimiento de que él no podría hacer nada sin ella. Él no podía siquiera tomar la comida puesta a unos centímetros de sus manos. A pesar de ello, se le había ocurrido esa mañana, mientras lo golpeaba con palabras iracundas, que este mismo niño incapacitado, su niño incapacitado, le había salvado la vida. Si no se hubiera enfermado aquella semana, excretando casi cada hora en el tazón de plástico que había colocado debajo de él, ella habría viajado con Nonso y Richard, y habría muerto también.
Ella bebió más, mientras Ikonne hablaba de su clínica y de las diversas personas que había conocido ahí. Él parecía pausarse entre pensamientos profundos, estremecerse y luego sumergirse, como ave, en otro tema. Desde una distancia psicológica indiscernible, Agnes notó que lentamente empezaba a amarlo. Lo imaginó en su bata de hospital curando la herida de una niña de doce años que había pisado un clavo. Lo imaginó operando a personas que, como ella, tenían padecimientos. Algo en la gracia de sus manos se sentía indispensable para Agnes, como si ella misma fuera una de sus pacientes. Más tarde, sin saber por qué, ella tomó
sus manos, las sujetó firmemente y le pidió, con una voz que era un poco más que un susurro, que la llevara con él a su hogar. Luego de conducir hasta su casa, y él haberla desnudado por completo, ella supo qué era lo que sentía: una desesperada necesidad de él.
Los siguientes dos días, se le dificultó seguir con los cuidados para con su hijo. En dos ocasiones, después de que le preparó la comida, pero no fue capaz de ir a alimentarlo, dejó la comida en la mesa de la cocina hasta que la papilla se enfrió y se formó una sustancia viscosa. Para ella, el cuarto de Owoh se había convertido en un área restringida a la que le atemorizaba entrar. Luego de haber preparado la comida por segunda ocasión, fue y se sentó en el jardín, el cual no había trabajado en los tres años que habían pasado desde que su esposo y su segundo hijo murieron, más que para quitar la maleza. Estuvo ahí toda la mañana con el sol ascendiendo ferozmente. Agnes percibió el calor como un acto de gracia del viento harmattan1, el cual había llegado unas semanas antes y había reforzado el aire como si el año ya hubiese muerto, sus últimos días como la aparición del rigor mortis.
1El viento Harmattan es un viento alisio que sopla en ciertas regiones de África (al sur del Sahara hacia el golfo de Guinea entre el fin de noviembre y la mitad de marzo). En su tránsito sobre el desierto, levanta partículas de polvo, lo cual provoca en algunos países la disminución de la visibilidad y el bloqueo del sol por algunos días. (N. del T.)

Se sentó en el jardín después de haber hecho la comida y se dejó llevar por sus reflexiones, sintiendo el peso de lo que la seguía atormentando. Se convenció de que no había tratado de herir a Owoh. Ella simplemente estaba tratando de redimirse, de volver a vivir. Pero aquel pensamiento no dejaba de atormentarla, hasta que, incapaz de evadir el sentimiento culposo y persistente de que lo estaba dejando morir de hambre, se fue al salón de belleza de Jefa al final del distrito.
El salón de belleza de Jefa no tenía energía eléctrica, por lo que se sentaron en sillas de plástico afuera. Jefa trató de convencerla, como siempre había hecho, de que Ikonne era su mejor opción para salvarse. “Tienes que salvarte,” dijo ella. “Eres demasiado joven. Eres hermosa, Aggi.” Sus palabras hicieron estremecer a Agnes. Y Jefa, quien siempre había sido la mujer más grande, fuerte y ruidosa de entre las dos desde sus días de escuela primaria, la presionó más. “Sí, es tu hijo, lo sé, pero en serio, ¿qué puedes hacer tú? Tú no eres su chi2, tú no dejaste que esto le pasara. Tú has dado lo mejor de ti. Esta es tu oportunidad. De hecho, míralo de esta manera: esta es tu oportunidad de tener un niño de verdad de nuevo. El tiempo se agota, ¿acaso no lo notas? No te puedes permitir perder a este hombre, a este Ikonne, él es un buen hombre. Esta eres tú tratando de vivir de nuevo después de que tu primera vida murió.”
Palabra perteneciente a la espiritualidad igbo. Se refiere a la parte de un dios presente en todas las personas. También se traduce como “ángel guardián”, “alma” o “espíritu personal”. (N. del T).

Agnes dejó el salón de Jefa esa noche con su determinación fortalecida y se dirigió a la casa de Ikonne, ahí lo llevó directamente a la cama. Había pasado el día entero lejos de casa, lejos de Owoh, luchando tanto como podía contra las preocupaciones por no haberlo alimentado, bañado ni atendido, haciendo que éstas esperaran detrás de la puerta del dormitorio como un grupo de periodistas ruidosos en la entrada del hogar de una celebridad.
Pero, mientras pasaba el tiempo, sus voces se volvían más ruidosas y sus ademanes más violentos. Cuando regresó a casa esa noche, encontró a Owoh dormido, con su cabeza recostada sobre su hombro, ligeramente boquiabierto. Revisó su rostro, buscando cualquier cosa inusual, hasta que estuvo convencida de que únicamente estaba inmerso en un sueño relajante. Le preparó papilla mientras aún vestía su bata, la que Nonso le había traído de Italia unos meses antes de su muerte. Se sentó en la silla del comedor cercana a la puerta del cuarto de Owoh y escuchó por encima del constante zumbar del refrigerador para captar algún sonido de su hijo, hasta que se quedó dormida.
Cuando despertó, era casi medianoche, alrededor de tres horas después de que había regresado a casa y le había preparado la comida, que ahora estaba fría. Owoh seguía dormido y había ocurrido un apagón.
Alcanzó las lámparas de keroseno y encendió dos de ellas. Puso una cerca de su puerta y la otra junto a la mesa del comedor, asegurándose de que ni un solo centímetro del umbral de la puerta de su hijo viera la luz. Una de las grandes dificultades en la vida de Owoh había sido el impacto de la luz en él. Siete años atrás, después de que ella y Nonso decidieran mudarlo de su habitación y darle una propia, a los ocho años de edad, había empezado a hacer sonidos extraños, mayormente al amanecer. Como un gallo, se despertaba llorando y gritando como si su espíritu, después de haber sufrido tanto, hubiese empezado a rebelarse. Pronto, Agnes supo que no era la luz en sí lo que le afectaba, sino el efecto de ésta. Se dio cuenta de que, mientras estaba encendida, la lámpara se veía rápidamente cubierta con una manta
desagradable de insectos. Después se esparcían a partir de la bombilla y de la chimenea en todo el cuarto, trepándose y posándose sobre Owoh, quien únicamente podía retorcer su inestable cuello en protesta y aullar con impotencia. A veces, algunos de los ápteros se introducían en su boca mientras dormía y él despertaba con insectos muertos en ella. A menudo, Agnes tenía que removerlos de su boca antes de alimentarlo. Una noche, Nonso había estado en la habitación buscando un portafolios viejo cuando Owoh, habiendo despertado por la presencia de su padre, comenzó a hacer un sonido inusual y a mover su cuerpo entero intentado expresar algo con ademanes. Siguiendo la mirada de su doliente hijo, Nonso se dio cuenta de que había estado mirando la luna. Fue entonces que se le ocurrió la idea del tragaluz, y una vez instalado, quitaron la bombilla de su cuarto y no volvieron a permitir ningún otro tipo de iluminación más que la que entraba por él.
Owoh no despertó sino hasta la mañana siguiente. Agnes lo alimentó antes de irse al trabajo, pero estuvo fuera todo el día, por lo que, al anochecer, una sombra de culpa había oscurecido su corazón. Su intención no había sido estar fuera hasta tan tarde, pero a la mitad del día ocurrió un momento trascendental cuando el hermano de Ikonne llamó desde los Estados Unidos para informar que su anterior trabajo había decidido reincorporarlo. La noticia llenó a Ikonne de dicha, no cabía en sí mismo de la alegría. Le volvió a pedir matrimonio a Agnes, le suplicó que regresara con él a los Estados Unidos para tener un nuevo comienzo. Ella respondió “Sí”. Después de ello, hicieron el amor ferozmente, de una manera que ella no recordaba haber experimentado jamás, a pesar de que se sentía nerviosa.
Más tarde, mientras Ikonne le regresaba la llamada a su hermano, el sentimiento de que estaba torturando a su hijo regresó. ¿No era ésta la razón por la que había aceptado irse con su nuevo amante? ¿Se mudarían a otro país junto con su hijo, un inválido? Seguro que no; se estaba deshaciendo de su hijo para poder tener una nueva vida.
Era verdad, Owoh posiblemente estaba muriendo; sus manos, había notado, se sentían casi sin peso mientras las sostenía esa mañana. Fue inmediatamente claro, desde el momento en que lo tocó, que había adelgazado drásticamente. Sus clavículas sobresalían y cuando respiraba profundamente, como hacía a menudo, su carne parecía hincharse y luego deshincharse para revelar nada más que un esqueleto.
Se dio cuenta en ese momento de que lo estaba matando, le estaba dando una suave y delicada muerte. Le había prestado oídos a las muchas voces que le habían estado hablando y ahora estaba prescindiendo de él, no llevándolo al hospital del especialista que ofreció comprarle todos sus órganos funcionales por un poco más de un millón de nairas, sino con sus propias manos. Le estaba pagando el haberle salvado la vida dándole la muerte. Y ahora, haciendo las cosas peores, había aceptado mudarse a otro país. En ese momento de dolor, todo lo que, muy dentro de ella, creía que eran firmes posibilidades, habían dado un cambio rotundo y desnudaron sus, hasta el momento, verdades ocultas como quien se quita una máscara: ¿Era sincero Ikonne al decir que aceptaría a Owoh? ¿Acaso aceptaría llevárselo a América? ¿No se molestaría por el inconveniente de llevar a un inválido consigo? ¿Qué tal si ella aceptara, él se los llevara, y luego él mismo decidiera que ya no lo quería? ¿Qué haría ella?
Incluso muchos años después, cada vez que algún recuerdo de esa noche hiciera aparición en su memoria, como un infame personaje entrando a escena, la prisa con la que salió de la casa para adentrarse en la ruidosa noche siempre habría de dejarla aturdida. Cerró la puerta del dormitorio gentilmente para que Ikonne, que seguía hablando con su hermano por teléfono, no pudiese escucharla. Luego, corrió hasta el límite de la calle hacia donde un camino más grande conducía de regreso a la ciudad, llorando, hasta que encontró un taxi. Se sentó y se acurrucó contra una de las puertas del vehículo, mientras la vivaz Lagos zumbaba a su alrededor. Cerró sus ojos hasta que el auto se detuvo fuera de la reja de su casa, aquella que ella y Nonso habían comprado en su primer año de matrimonio. Lucía silenciosa, sepulcral y luminiscente por la luz de la luna.
Le sorprendió no haber notado la luna sino hasta que estaba cerca de la casa. Estaba casi llena, con pequeños borrones en su brillante bombilla. Era del tipo de luna a la que Richard alguna vez llamó Sol de Medianoche. Ella a menudo repasaba la noche en que se le ocurrió la idea: una de las únicas dos veces que recordaba en que Owoh había hecho un sonido que se asemejaba a un habla humana entendible. Richard había entrado al cuarto de Owoh y lo había encontrado mirando directamente a la luna, la cual había bañado el cuarto de una luz turquesa semejante al color de los moretones. Richard se movió al centro de la habitación y se mantuvo de pie directamente debajo de la cascada de luz lunar, con su mente tratando de darle sentido a aquello que estaba mirando hasta que las palabras se formaron de entre sus
labios: Es como el sol nocturno. Es un sol, una especie de sol nocturno. Un sol de medianoche. Por primera vez en muchos años, mientras Richard hablaba, Owoh movió su cabeza, que estaba postrada permanentemente sobre dos almohadas, mientras que el resto de su cuerpo estaba apoyado contra la pared, una posición en la que Agnes solía dejarlo después de alimentarlo, con el propósito de facilitarle la digestión. Su rostro se iluminó y unas curvaturas se formaron en su frente convirtiéndose en lo que Richard comprendió era la propia versión de Owoh de una sonrisa. Luego, sus labios empezaron a moverse mientras dejaba salir unos chillidos fuertes y agudos. Richard, pasmado y conmovido por esta paz transitoria en el rostro de su hermano mayor, lloró por él.
Ahora, a pesar de que sus manos temblaban mientras le escribía el mensaje a Ikonne, se sintió completamente aliviada después de que fue enviado. Sus palabras habían sido fuertes, firmes y determinadas: ya no había vuelta atrás. Él no tenía por qué quedarse ahí con ella, no. Él debía regresar a los Estados Unidos con su familia, reclamar lo que era suyo y vivir su vida. La vida de Agnes estaba aquí.
Puso el teléfono en su bolso y se quedó ahí mirando la luna. Ésta la aligeró, liberándola de la carga que había llevado consigo por muchas semanas. Encontró el cuarto de su hijo lleno de luz de luna, toda la gloria del sol de medianoche cayendo, en una pantalla de gris nítido, a través del tragaluz. Encontró a Owoh sentado en su parte del mundo, en su pobre silla a la que estaba confinado, observando la luna con un tipo de silencio que solo él, un pequeño hombre melancólico, poseía.